Hace tiempo que no pienso en el sexo como algo placentero, como algo deslumbrante, como algo sorpresivo, como algo apasionado.
Hace tiempo que pienso el que por qué no disfruto ni disfrutan de mí, del sexo de una joven de veintisiete años. Con la piel tersa, suave sin estrías, con el pelo revoltoso y la respiración suave. Del abdomen, del cuello, la nuca, las muñecas.
Hace tiempo que pienso en el sexo del pasado.
Y me detengo -siempre pensé y lo sigo pensando que el sexo es mental y físico, que es todo lo contrario a lo solemne y romántico que puede ser un abrazo, un beso, una caricia u otros detalles- y repentinamente recuerdo una escena que me llenó de una pena que no recordaba desde ese mismo instante en el que la viví.
Cómo lloré la última vez que me acosté con Pepo, lloré con un llanto desconsolado mientras estaba acostada en la cama y él me besaba. Lloré tan breve pero tan profundo que casi logro que me quiera; lo sentí en su abrazo preocupado, casi casi en su primera y única demostración de cariño.
viernes, 1 de julio de 2011
sin-vergüenzas
encapsulado por Vicky en 18:01
Etiquetas: da para más, hippie amor
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