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miércoles, 24 de agosto de 2011

Objetivos cumplidos: 1 y 1/2 de 2

Nos sentamos en una de las mesas de la estación de servicio; antes fui al baño y pensé en espiarte si me iba del lugar y te dejaba solo con el café en la mano. Pero entré y me senté, amenazada por el frío... porque no tenía un plan mejor.

Hacía 45 minutos me habías mirado y habías caminado al lado mío y habías vuelto y te habías acercado y habías "pisado" un enérgico HOLA con un ¿VAMOS A TOMAR UN CAFE?

Caminamos varias cuadras y nos subimos a un auto apestado de olor a cigarillo. Estaba inmóvil y nunca saqué las manos de los bolsillos. Vos hablabas con el chofer, me aburrías, no me acuerdo lo que hablamos en el camino. Pero recuerdo oírte decir: "si no tuvieras frío también me bardearías tanto como lo estás haciendo ahora?" 
Fui incisiva en cada uno de los pocos comentarios que hice y sentí estar subiendo una escalera que no conducía a ningún lugar* pero lo hacía mucho más rápido que los demás, que vos. 


Hacía 15 minutos me habías empezado a preguntar y a contar. Tantas veces te pedí tomar un café y charlar (pienso mi risa a los gritos: "imbécil, ahora ya es tarde. Ahora me aburrís"). Me contabas que estabas cansado; yo te ví abatido. Me contabas cosas que ya sabía, vos solamente me las confirmabas. Ya sé que todavía no terminaste la facultad, que estás recursando y que no te querés dedicar a tu carrera; ví tus uñas sucias, tus manos gastadas. Ya sé de la quinta, de tus amigos, del viaje en tren, de tu viaje al Sur, de tu vida en La Plata. Ví la misma ropa de siempre, siempre manchada y las arrugas de tu cara.


No te veía desde hacía un año y medio sin embargo, lo supe siempre.


Volví del baño para sentarme -no me sorprendió tener que pagar parte del café- y nos quedamos sentados ahí un poco menos de una hora. Me molestó tomar el café en un vaso de cartón.
Estabas estúpidamente contento de hablarme, me lo decías en cada expresión de tu cara, en el tono de tu voz, en la risa exagerada por algún comentario que se me escapaba de los mismos que hice al comienzo de la caminata, siempre afiladas palabras que me protegieron. 
Estabas nervioso y volcabas el café. Te escuché atentamente mientras de vez en cuando calculaba cuánto tiempo más iba a tener que estar sentada ahí. Teníamos para hablar temas y tiempo y vos querías quedarte pero yo no, así que a cada comentario -no lo suficientemente arriesgado- para que yo te hablara, preguntara o explicara por qué hacía tanto tiempo que no nos veíamos ni hablábamos simplemente lo dejaba pasar. 
De repente me levanté de la silla y me vi parada al lado de la mesa. No te había anunciado que quería irme así que lo hice poniéndome el saco y sonriendo, ahora vos estabas inmóvil. Dos o tres minutos después entendiste que de verdad me iba y decidiste acompañarme. 
En las cuatro cuadras de camino a mi casa, solo hablamos del frío. Me detuve en la entrada y esperaste hasta último momento para que te invitara a entrar pero no lo hice y en cambio me paré a una distancia capaz de indicar que ya estaba del "otro lado*" y que ni vos ni yo íbamos a cruzar esa línea imaginaria para entrar o salir de algún lugar. (**lugar significa otro momento y también hace referencia a otra oportunidad, ocasión... Para mí significó todo eso y por tal motivo es que establecí el límite y aguardé... para qué explicar) No entendías. De todos modos lo intentaste y te estiraste y me besaste en los labios. No me molestó el beso pero volviste a besarme y puse la mejilla una vez, la otra mejilla una segunda vez. No entendías. Me miraste y me preguntaste "¿no me vas a besar?". Te dije que no. Y me preguntaste por qué. Te dije la verdad. "Porque no quiero". Y no te detuviste en el breve pero vergonzoso momento y me dijiste que querías dormir conmigo, que por qué no dormiamos juntos y un montón de frases reiterativas. No me reí nunca, no había chiste para compartir. 
Quise ser breve y sin explicar, se me cayó de la boca un auténtico "porque no". Pusiste las manos en los bolsillos y cerré la reja. Caminaste por la vereda y por la calle balbucendo palabras que no intenté escuchar y quedaron ahí, en el aire.

Nunca me dijiste Vicky, nunca te dije Pepo.