Bajo del 64 y camino rapidito por las veredas angostas de microcentro, ahí cerca de Avenida de Mayo. Y en esos cinco minutos que me lleva llegar hasta el aula me habla Carla Bruni, a veces Marisa Monte o alguna de las Calcanhoto (que no sé si son hermanas o qué vínculo tienen) pero me acompañan hasta que elijo subir por alguna de las dos hermosas escaleras de la facultad.
Yo sonrío y me abstraigo del humo de los colectivos y del miedo que me da que se caiga sobre mi cabeza un pedazo de balcón o pared de esos edificios tan viejos y abandonados. Llego tarde, me siento en uno de los últimos lugares del aula y escucho atenta a lo que dice el profesor, no hay nadie más allí para mí y yo sonrío.
Ahora no lo hago tanto pero cuando L volvió a Suecia, me dedicaba a repasar en mi mente cada momento que pasé junto a él.
Fecha exacta y lugar exacto. Contaba los días previos y posteriores a cada uno de sus llamados y de sus invitaciones, a cada uno de sus besos, sus caricias y al sexo.
Después de casi dos años dejé de contar, es más en noviembre, cuando L me avisó de su visita que no fue, me puse a contar los días que faltaban para que llegara… (Por favor que locura!) Pero desistí de la idea y cada vez que la ansiedad le ganaba a mi serenidad característica, cerraba los ojos y pensaba: solo quiero que sea abril ¡ya!
También dejé de contar porque es tortuoso saber que L se fue y acá la “cosa sigue”. Los lugares por los que caminamos, en los que comimos y donde nos abrazamos y besamos, todavía están ahí, no se fueron con él.
Acá donde lo conocí vivo.
leo sus palabras suecas y me desespera no saber qué escribe, veo sus fotos e imagino los lugares y las personas que conoce y no hay nada que desee más en este mundo que verlo, escucharlo, abrazarlo, besarlo y nada mas… quiero convertirme en el viento o en el agua que tienen el privilegio de rozar su piel. Quiero ser como la Sirenita de Disney y hacer un pacto con la bruja de tentáculos y convertirme en una persona sin voz y no poder hablarle pero quiero escucharlo; mirarlo desde lejos sin poder tocarlo pero intentar desesperadamente que me reconozca.
Porque no importa si existen hadas que inventen un hechizo para traerlo hasta mí, porque “la distancia no es cuánto nos separamos, la distancia es si no volvemos”.
Y aunque el olvido no exista… si no volvemos, no nos acordamos que existimos. No nos recordamos.
Yo sonrío y me abstraigo del humo de los colectivos y del miedo que me da que se caiga sobre mi cabeza un pedazo de balcón o pared de esos edificios tan viejos y abandonados. Llego tarde, me siento en uno de los últimos lugares del aula y escucho atenta a lo que dice el profesor, no hay nadie más allí para mí y yo sonrío.
Ahora no lo hago tanto pero cuando L volvió a Suecia, me dedicaba a repasar en mi mente cada momento que pasé junto a él.
Fecha exacta y lugar exacto. Contaba los días previos y posteriores a cada uno de sus llamados y de sus invitaciones, a cada uno de sus besos, sus caricias y al sexo.
Después de casi dos años dejé de contar, es más en noviembre, cuando L me avisó de su visita que no fue, me puse a contar los días que faltaban para que llegara… (Por favor que locura!) Pero desistí de la idea y cada vez que la ansiedad le ganaba a mi serenidad característica, cerraba los ojos y pensaba: solo quiero que sea abril ¡ya!
También dejé de contar porque es tortuoso saber que L se fue y acá la “cosa sigue”. Los lugares por los que caminamos, en los que comimos y donde nos abrazamos y besamos, todavía están ahí, no se fueron con él.
Acá donde lo conocí vivo.
leo sus palabras suecas y me desespera no saber qué escribe, veo sus fotos e imagino los lugares y las personas que conoce y no hay nada que desee más en este mundo que verlo, escucharlo, abrazarlo, besarlo y nada mas… quiero convertirme en el viento o en el agua que tienen el privilegio de rozar su piel. Quiero ser como la Sirenita de Disney y hacer un pacto con la bruja de tentáculos y convertirme en una persona sin voz y no poder hablarle pero quiero escucharlo; mirarlo desde lejos sin poder tocarlo pero intentar desesperadamente que me reconozca.
Porque no importa si existen hadas que inventen un hechizo para traerlo hasta mí, porque “la distancia no es cuánto nos separamos, la distancia es si no volvemos”.
Y aunque el olvido no exista… si no volvemos, no nos acordamos que existimos. No nos recordamos.
PD: Yo sé que en esta entrada iba a haber un video dedicado a L y para todos ustedes, pero me atrasé en postear por no poder aun hacer el video "más chiquito" y subirlo a la página, espero resolverlo en los próximos días.
4 marcianos dijeron:
Flicka!
Muy sentido este post. Es cierto esto que contás, que a las partidas les siguen los relatos mentales de cómo solías ser cuando estabas con esa persona.
Yo miraba religiosamente cada vez que pasaba por la puerta de un lugar como si intentase vernos a mi y a él. Eso lo hice por un tiempo, hasta que entendí que bueno... esa escena no iba a repetirse.
Por otra parte, esta frase es GENIAL "Y aunque el olvido no exista… si no volvemos, no nos acordamos que existimos. No nos recordamos." Es tan real...
Me alegro de haberte leído. Un día nublado y con mucho sueño.
besos!!!
Muy lindo post Flicka. No sabes cuanto te entiendo. Besos
Flicka, es re triste pasar o pensar en lugares que uno pasó con su amado y estar ahi solo, sin ese otro, es cuestión de adaptarse o dejar de pasar?
No lo se.
L viene en alguna fecha o sigue todo igual de incierto?
Besos
Hola y gracias por sus comentarios para responderle a la Opinóloga y para no hacer tan "misteriosa" esta historia, mi proximo post.
Un beso a todas/os
Flicka
Publicar un comentario