
Aun no le respondí el último mail que me envió.
Sé que él está en Egipto, que estuvo una semana en Suecia y que la pasó genial junto a su familia en la nieve, esquiando.
Sé cuándo termina su viaje, (tengo la fecha exacta) y lo que sé también es que en este momento el estaría acá conmigo, las pirámides y las momias y la arena y el sol y los 40º C de los que me escribió lo estarían esperando un poco más… todo eso lo puede esperar ¡tanto tiempo!
No lo van extrañar, porque todavía no lo conocen.
No importa si era un mes, una semana, un día o una hora; mi momento con él era comprobar que haber esperado dos años fue lo más sensato que hice por una persona a la quiero mucho, a la quiero a mi manera. No iba a poder ser más feliz, estoy segura de eso.
El ya no iba a ser parte de mi imaginación, como lo es hasta ahora y yo le iba a poder cerrar la boca a todos los que alguna vez me dijeron: “ya fue!, se fue!... no le escribas, hace como si estuviese muerto!”
¡Por favor! ¿Qué tipo de consejo es ese?
Si él venía, yo ganaba... ahora no perdí nada pero ¿cuándo voy a ganar?.
Tal vez estoy encaprichada con que esta historia tenga un final feliz y entonces no veo que la película que edité en mi cabeza ya terminó hace rato y fue bastante real y normal sin reencuentro y sin alegría y sin sonrisas y sin sueños.
La historia con L (el sueco) continua así: Algunas palabras y un poco de baile y aluciné, ya había quedado encantada por él. Volví a Buenos Aires en febrero de 2006, desde acá nos escribimos mails en los que él me contó sobre su viaje por la costa atlántica que incluía sol y surf por las playas de Mar del Plata, Villa Gesell, Necochea, San Bernardo. Inclusive antes de que pudiéramos volver a vernos viajó con sus amigos a el carnaval de Gualeguaychú (walevacho como me escribió él). Iban a pasar más de dos meses para el próximo encuentro. En el medio inclusive hubo una decisión de no escribirnos más y de no llamarnos más.“mejor no nos veamos…”. Pero no se cumplió y un día cualquiera recibí un mail más de L.
Su viaje se prolongó hasta Uruguay, Brasil y Perú y volvió de todos esos lugares hermoso como es él, su pelo de miel ya no existía, tanta arena y mar (me contó) hicieron que se lo tenga que cortar.

Paso su cumpleaños número veintidós acá y después llegaría el encuentro, que en realidad no tuvo demasiada magia, fue sencillo.
Nos vimos todos juntos, armamos una salida grupal. Él junto a dos amigos suecos y yo en mi casa junto a un grupo de amigas, después todos juntos a una fiesta de desconocidos que fumaban porros en la oscuridad.
Hablamos hasta el cansancio y cuando no entendíamos lo que decía uno o el otro sonreíamos y hacíamos señas o gestos.
No nos besamos, no hizo falta con tantos abrazos y alegría.