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viernes, 11 de marzo de 2011

"Chaturanga" para vos

Confieso que no se jugar al ajedrez, que no intenté ser autodidacta, que no busqué que me enseñaran a jugar y que tampoco me lo han ofrecido. Será por eso que no se de estrategias, que mi mente no es ágil ni veloz para armar jugadas que me aseguren un triunfo sobre ciertas situaciones.
Cuando me siento así o así, menciono a Iván en mis relatos. Reiterativa, esa es la palabra. Y le beso el cuello pero él, rústico, endurece la piel.

Viajé al Sur con Iván y otros, todavía en esta estación del año, un día me senté a leer al lado suyo. Mi amigo, jugaba al ajedrez.
No presté demasiada atención, escuché que me ofrecieron jugar y argumenté no saber  las reglas del juego. Seguí leyendo.
Había en el piso, entre los almohadones, un tablero un poco roído y las piezas, ordinarias, de plástico. Vi peones, caballos, alfiles, los reyes, las damas y torres.

Seguí leyendo y me quedé pensando e inventé mi propia versión del ajedrez en la que basta con usar la imaginación.
En el juego convencional, todas las piezas protegen a la dama, en esta ficción, no existen esos jugadores, ni de un bando ni del otro, porque tampoco existen grupos, todos actúan bajo un mismo criterio que dice: "uno para uno y todos contra todos".
Lo primero que hice fue elegir una pieza y elegí como protagonista a la torre, más alta que las demás, hecha de libros y un poco torcida; que se levanta sobre una superficie de bordes irregulares, formado por coloridas fotos, pegadas unas sobre otras.
La torre testigo, la que casi no interviene; ve estados, descubre alianzas, se cree mentiras y piensa en los triángulos y en lo difícil que es escapar de ellos.
La torre en la esquina, en el límite del plano donde se desarrolla el acontecimiento que bien puede llamarse “batalla”; todos listos, preparados para comenzar una partida en la anarquía absoluta, establecida por no pertenecer por formar una sociedad compuesta por uno solo, por uno mismo.  
Del juego no “sale” nadie,  no hay final ni un nuevo comienzo, se va transformando, cambia en cada movimiento porque no hay tiempo que determine  tales formalidades, lo único que cada sujeto nota  -si quiere-  es que el tiempo solo comprueba cuáles son aquellos que continúan jugando; algunos queriendo convertirse en reyes o en damas, otros, los que solo quieren pronunciar “jaque mate”  y eliminar al otro.
Cómo puedo escribir sobre un juego que no conozco? Se dice “après moi, le déluge”.