Este es uno de los últimos guiones que escribí... y es uno de mis favoritos, no puedo publicarlo entero, tampoco quiero en realidad pero me gustaría compartir una de las escenas que más disfruto leer.
Esc. 6
Ext – Casa/Ventana – Día
María camina descalza, apoya sus pies en la madera y arrastra por el camino una bata abrigada. Lleva en su mano una taza grande de la que sale vapor. Se acerca con paso rápido hasta la puerta de entrada y se detiene.
Afuera el día es claro, las paredes de la casa son oscuras y tienen nieve acumulada en los rincones. El vidrio de la ventana amplio, limpio.
La puerta de madera se abre y María sale, se detiene en la entrada, mira hacia los costados. Detrás de la casa, hay nieve, todo es blanco y los árboles altos tienen nieve en sus ramas delgadas.
María bebe de su taza y respira profundamente. Las mangas de la bata largas, la ropa enorme y su cabello suelto. María cierra la puerta, se aleja y camina hasta una mesa de madera antigua, enorme, inmóvil en el medio de la sala. Deja sobre la misma la taza y retira la silla, mientras abre su computadora. Mira hacia la ventana y camina en puntas de pie hasta la puerta. Se detiene a acomodar un relicario solitario, en medio de un mueble alto. Abre la puerta lentamente y asoma su cabeza, mira hacia ambos lados y da un paso hasta quedar parada en la entrada. Se abriga con su bata, se cubre el cuello y mira hacia un costado, pensativa.
Unos labios violetas por el frío se apoyan en su mejilla blanca y le dan un beso. María sonríe, feliz.
La pantalla de la computadora es blanca y sobre la misma se dibujan letras estrechas en color negro. Los dedos de María se mueven rítmicamente, sus uñas pintadas de negro se estampan en las teclas y manchan segundo a segundo cada letra. Las frases una tras otra, están escritas en inglés e invaden la pantalla sucesivamente.
Suena una melodía tranquila, el piano como único instrumento.
María Off
Caminé por la avenida, la irregularidad de la vereda rota hizo que me detuviera antes de llegar a la esquina, pude sentir en los pies las puntas sobresalidas de la baldosa. Miré hacia arriba y vi el sol. Una mujer estaba parada cerca del semáforo. Con sus brazos al costado de su cuerpo, se estiraba para besar a un hombre en los labios. Unos segundos después se separaron. No vi el rostro de la mujer, ella enseguida cruzó la calle Larrea y caminó feliz por la avenida, con el beso aún en sus labios.
Dos de la tarde, la mujer atravesó el humo de un camión y los insultos entre un peatón vestido de traje y un automovilista joven, yo la seguí y pensé que pasaría el resto de su día sintiendo a ese hombre que no se volvió a verla antes de caminar. Me detuve en el dos mil ciento doce, Buenos Aires no es Barcelona, no es Liverpool, ni Munich; porque es bella y tonta a la vez y así la conocí y así la amo también…
María camina descalza, apoya sus pies en la madera y arrastra por el camino una bata abrigada. Lleva en su mano una taza grande de la que sale vapor. Se acerca con paso rápido hasta la puerta de entrada y se detiene.
Afuera el día es claro, las paredes de la casa son oscuras y tienen nieve acumulada en los rincones. El vidrio de la ventana amplio, limpio.
La puerta de madera se abre y María sale, se detiene en la entrada, mira hacia los costados. Detrás de la casa, hay nieve, todo es blanco y los árboles altos tienen nieve en sus ramas delgadas.
María bebe de su taza y respira profundamente. Las mangas de la bata largas, la ropa enorme y su cabello suelto. María cierra la puerta, se aleja y camina hasta una mesa de madera antigua, enorme, inmóvil en el medio de la sala. Deja sobre la misma la taza y retira la silla, mientras abre su computadora. Mira hacia la ventana y camina en puntas de pie hasta la puerta. Se detiene a acomodar un relicario solitario, en medio de un mueble alto. Abre la puerta lentamente y asoma su cabeza, mira hacia ambos lados y da un paso hasta quedar parada en la entrada. Se abriga con su bata, se cubre el cuello y mira hacia un costado, pensativa.
Unos labios violetas por el frío se apoyan en su mejilla blanca y le dan un beso. María sonríe, feliz.
La pantalla de la computadora es blanca y sobre la misma se dibujan letras estrechas en color negro. Los dedos de María se mueven rítmicamente, sus uñas pintadas de negro se estampan en las teclas y manchan segundo a segundo cada letra. Las frases una tras otra, están escritas en inglés e invaden la pantalla sucesivamente.
Suena una melodía tranquila, el piano como único instrumento.
María Off
Caminé por la avenida, la irregularidad de la vereda rota hizo que me detuviera antes de llegar a la esquina, pude sentir en los pies las puntas sobresalidas de la baldosa. Miré hacia arriba y vi el sol. Una mujer estaba parada cerca del semáforo. Con sus brazos al costado de su cuerpo, se estiraba para besar a un hombre en los labios. Unos segundos después se separaron. No vi el rostro de la mujer, ella enseguida cruzó la calle Larrea y caminó feliz por la avenida, con el beso aún en sus labios.
Dos de la tarde, la mujer atravesó el humo de un camión y los insultos entre un peatón vestido de traje y un automovilista joven, yo la seguí y pensé que pasaría el resto de su día sintiendo a ese hombre que no se volvió a verla antes de caminar. Me detuve en el dos mil ciento doce, Buenos Aires no es Barcelona, no es Liverpool, ni Munich; porque es bella y tonta a la vez y así la conocí y así la amo también…
Con rapidez, los dedos de María continúan moviéndose sobre el teclado.
2 marcianos dijeron:
Lo leí a la noche después de llegar, me pareció buenísimo pero no terminé de entenderlo pq estaba cansada como para concentrarme.
Cuando esté con las luces encendidas me doy una vuelta para releerlo.
besos!
Ahora sí, BUENÍSIMO!!!
"yo la seguí y pensé que pasaría el resto de su día sintiendo a ese hombre que no se volvió a verla antes de caminar."
qué buena imagen!
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