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martes, 19 de abril de 2011

y todavía no sé si Cristobalito gusta de mí... (CONTINUARÁ...)

El jueves terminó el BAFICI para mí y tal vez (me atrevo a decir) que sea la única persona que se siente feliz de que haya finalizado todo el evento este domingo 17 de abril.
Vi la última película que había elegido ver y mientras estaba sentada en la butaca hice mucho esfuerzo para que no se me cerraran los ojos y caiga (literalmente) en un sueño profundo. Sin embargo, a pesar del volúmen del film, de las chicas comiendo nachos con queso al lado mío y la gritona del fondo de la sala; me dormí y soñé. - No mamamono, no soñé contigo y con Pocho , esta vez no. Lo cierto es que no recuerdo qué soñé pero me desperté a los pocos minutos en una posición muy confortable. Cuando voy al BAFICI la paso bien, eh..., pero nunca me había ocurrido de dormirme con tanta gente alrededor. Justamente, días atrás pensé: "nunca lloro cuando veo una película, no importa cual sea*" La verdad es que a mí se me da por llorar cuando tengo bronca o estoy muy enojada por algún motivo. Y recordé lo siguiente: en alguna edición anterior del festival vi unos cortometrajes y lo que más me quedó de ese momento fue haber visto los casi 30 títulos llorando a moco tendido y tener que irme antes de que la función finalice, todavía a lágrima viva y puchereando con la misma intensidad y cadencia desde el inicio del llanto. Lloraba con bronca y con un enojo que no se me olvida, si me preguntan... si me pregunto el por qué de mi pena no lo recuerdo pero en el BAFICI, la paso bien.
El jueves la mejor y única buena noticia que tuve fue que el arreglo de mi netbook (rota vaya a saber uno por qué y por quién, creo que un duende travieso quiso ver algo en mi compu e hizo estallar la pantalla) va a costar menos plata de la que me habían dicho. Excelente. Primero ese llamado, luego mi café de starbucks, una dona llena de azúcar, la entrada al cine y el laburo. En el canal bien, almorcé, me reí y se complicó, no por la risa, fue por la hora. A las 3 PM exactamente, ya existían grandes posibilidades de que en mi clase de fotografía la pasara mal. Una hora después me fui al cine y antes de entrar tuve una leve y estúpida esperanza de que las fotos que había hecho para el taller iban a estar ahí desparramadas en la mesa del estudio mezclandose con las demás fotografías. Pensé también que había valido la pena el hecho de casi haber electrocutado a Sofi, mi hermana que posó envuelta en lucecitas de Navidad mientras me dediqué a sacarle cinco, diez, treinta fotos. 
Me relajé. Esa leve esperanza fue la culpable y me dormí frente a tremenda pantalla de cine.
*Excepto "Los puentes de Madison y Monsters Inc."