BLOGGER TEMPLATES AND TWITTER BACKGROUNDS »

viernes, 15 de agosto de 2008

¡Pepo no me quiere!


“¡Pepo no me quiere, Pepo no me quiere!”. Leído sonará muy gracioso o no... pero yo lo repetía con todo el dolor del mundo.
Lo repetí desde que cumplí mis veintiún años y durante todo un año. Mi intención era convencerme de que Pepo no me quería realmente pero era imposible porque yo lo amaba. Sufría una especie de encantamiento como si él fuese mi Príncipe Azul que me había rescatado de otro príncipe, uno un poco violento de nombre Marcos. Cada vez que hablaba de Pepo, cada vez que lo veía, que me acordaba de Pepo, que me hablaban de Pepo; cuando recibía un mail de Pepo o Pepo aparecía en mi casa para desayunar o se iba de mi casa después de ver un par de películas o cuando Pepo me prometía visitarme en Buenos Aires… cuando veía las fotos junto a Pepo, cuando Pepo estaba borracho, cuando Pepo estaba sonriendo (siempre), cuando estaba con sus amigos; nunca me olvidaba de repetir: “¡Pepo no me quiere!”.La verdad es que Pepo no me quería, no me quiere ni me va a querer… no me quiso nunca.A pesar de los besos y los abrazos, de las palabras y los momentos. A pesar del tiempo, del año que pasó hasta que entendiera que Pepo estaba con otra persona y no iba a ocurrir que una mañana, repentinamente después de que los dos bajáramos juntos las escaleras de mi casa; él delante mío, yo todavía en pijamas con los ojos medio pegados y el pelo revuelto, nos sentáramos luego uno frente al otro en la mesa enorme de algarrobo oscuro con una taza de café para cada uno y una variedad de dulces para acompañar; Pepo con las manos entrelazadas en la taza, tomara pequeños sorbos de café para en seguida decirme que era a mí a quien quería, que se había equivocado, que simplemente tenía miedo de conocerme y enamorarse de mí pero que ahora iba a dejar a su novia de toda la vida para estar conmigo sin dejar de ser mi amigo y para amarme y compartir mucho más que las películas, los cafés, los abrazos. Me cansé de esperar y entendí y consecuentemente dejé de repetir: ¡Pepo no me quiere!
Y lo conocí a Lucas. Extrañamente, Lucas y Pepo sin siquiera conocerse parecen complotarse para aparecer, desaparecer y volver a mi vida; uno seguido del otro sin que yo se los pida pero siempre dándoles permiso para hacerlo.