En el verano del año 2006 viajé a la costa con una amiga.
En cuatro días nos tocó dormir en un hotel con agujeros en las paredes y para que no nos quejemos, el clima se encargó de que no nos aburriéramos con un día lluvioso, uno nublado, dos soleados. Todas las noches hermosas, más aún la última en que conocí a mi “amor sueco”.
Pero me detengo, no quiero ir paso a paso contando con lujo de detalles aburridos cada segundo que pasó antes de que lo conociera, durante y después.
Quiero situarme hoy, marzo de 2008. Casi dos años sin verlo.
Recién comienzo a aprender algunas palabras de su idioma. Ambos decidimos aprender el idioma del otro y nuestros emails se llenan de frases que comienzan en español, continúan en sueco y acaban en inglés.
Estoy escuchando Keane, no es que sea mi banda favorita pero quiero acompañar mi estado de ánimo y entonces recurro a música un poco “depre”…
Hace unos días leí el último mail desde México de este escandinavo de espíritu libre que anduvo durante más de un año recorriendo varios países del mundo… en el mail me dice sencillamente que el viaje planeado a Buenos Aires lo tuvo que suspender porque tiene la posibilidad de viajar a Egipto!
Me tengo que alegrar?
No! estoy triste, siento que con este último mail nuestras caminos se separaron más y no por la distancia que nos aleja sino por lo diferente que son nuestras vidas.
Ahora no sé que hacer… ¿le respondo? Sí es así, ¿qué le digo?, ¿Vale la pena?